miércoles, 19 de septiembre de 2007

Nada








Ritmo trepidante el que escucha, no es mi corazón, no es mi cabeza. Es afuera, donde no existe nada, donde se encuentra el perfecto mundo. Todo y sus razones de ser, todo y sus vueltas insensibles pero bien concientizadas. Se incendian mis palabras, se ahogan mis gritos, el vacío me consume y hueco voy quedando, se evapora mi universo...


Que el que sabe, lo hace, parece no darse cuenta de mi continuo y obsesivo desmoramiento, va una parte: ya no tengo conciencia, va otra parte: mi memoria se ha dañado; otro pedazo más: ahí va mi ética. Sigue ese ruido, arpas celestiales que siguen borrando recuerdos.


Me engaño y finjo ser feliz, ¿para qué? ¿para qué ser feliz? y aún más importante ¿para qué fingir ser feliz?.


Me vuelvo a engañar y sigo viciado por placeres prometidos más no cumplidos, por sentimientos mundanos y ferozmente mentirosos.


Me descuido un poco y cae otro pedazo, encuentro un espejo y lo que veo es tan sólo la viva imagen de lo que no soy y no me considero.


Encuentro aquellas tentaciones vacías encerradas en un pedestal, son la pura expresión de una líbido mal expresada, aquellas tentaciones que son meras ilusiones y me obligaban a caer en sus fétidos frutos, aquellas amenazas danzantes en los campos, libres y alegres que en su mirada atrapaban a mi alma y luego como si fuera un triste juego, lo cambiaban por otro.


Que hoy mi astucia me permite escapar un poco, de los mareos cotidianos y de las soluciones ilógicos...sólo por hoy, sólo eso. Y justamente hoy soy alguien que no finje esa sonrisa enmarcada por la dura lucha de los años en tristeza, hoy no finjo tener compañía ni empiezo a fingir ese ridículo trauma de miedo hacia la soledad.


Hoy no soy feliz y no veo porque no decirlo, hoy soy algo que mañana tal vez no sea. Soy ese momento de reflexión del absurdismo vivido por todos. Me voy.




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