lunes, 3 de diciembre de 2007

¡Te odio!









A esa basura que llaman destino, yo lo llamo azar, a la porquería que llaman "todo pasa por algo" yo lo llamo coincidencia o cumplimiento de la ley de las probabilidades. En fin, hoy pasó algo que pareciera estar manejado por un experto titiritero, pero qué enorme contradicción sería creer en eso, lo que es cierto es que cada vez me siento más hundido en un hálito de vagancia y compasión, no...compasión no, complacencia.

Y fue sin más, que me decidí volcar hacia un escepticismo predominante en la vida diaria, sin ataduras recalcitrantes a una fé hueca y por lo tanto, malévola, siempre lo he pensado: cadenas que encierran en sí una belleza desorbitante, pero que en realidad te dañan más que una quemadura o un latigazo.

Sea pues, una nueva experiencia, prodigiosa por su encanto juvenil y renovado por su espíritu fuera de control y volador. Que no sé ni lo que quiero de una insípida vida, tal vez vista así por unos ojos decrépitos cansados de tanto llorar, no lo sé.

Entiendo que soy una sencillez llevada a su máxima simpleza, un suspiro y un exhalación poco prolongada en una vastedad impresionante e infinita que es indescriptible, entiendo eso, ¡lo comprendo y lo acepto!, lo que no entiendo es el porqué seguir torturándome por un mismo cuerpo, por un espíritu pardo y vetado de los más elevados estándares de mi alma.

Entiendo que es algo intangible por su valor mágico, por su rebeldía eterna, pero no lo acepto ¡jamás!, no acepto que haya sido una simpleza para ella, no acepto que el tiempo que estuve ya no esté.

Entiendo que sea una sociedad la que indique el camino a seguir, entiendo tu extraño comportamiento y lo lejos de tus palabras, de los ecos de tu ida, entiendo tu desencanto hacía mí, comprendo que quieras estar con alguien que te trate como reina, lo que no entiendo y menos acepto es que el aire que respiro aún huela a tí, me odio por permitir que mis recuerdos te evoquen tan libremente como si ellos mismos me odiarán y quisieran verme sufrir.

Entiendo que me dejes solo con mi soledad, lo que no entiendo es que mientas con gestos quietos y magníficos.

Mas sea una loca rareza: odio que estés aquí, odio que vengas a verme día y noche,odio que te pases por mi cama y mi cuarto, desnuda y que así me mires, con esa mirada tan seductora que enveleza a mis labios y mueren cuando apenas despego mis párpados. Aún así, en otra más de mis contradicciones te deseo lo mejor.

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