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¿Por qué existes? ¿por qué te la llevas?. Tantas cosas, tantas preguntas...tantas lágrimas. ¡Qué egoísta he sido!. Se debatía el tiempo con la muerte, no es momento de hablar de ínfimas charlas entre estos dos entes, más bien es menester intentar no provocarlos. Entonces, creo que la vida se fue apagando, rápido, de la misma forma que su pareja, extraña circunstancia rodeada de un hálito romántico. Todos caminan, comen, leen, ven la tele, escuchan la radio, manejas sus coches, cuentan el chisme de el hermano del tío del vecino, no les importa, no toman nota, conciencia de el objetivo único de su vida.
Mientras mi preocupación decrecía en pos de un optimismo agrandado por la bella noticia del alta médica de mi madre, en otro paraje se cernía el cielo, con nubes negras y la tierra se abría...la noticia más horrible: la muerte de mi abuelita. Una llamada para darse cuenta de que las emociones nos controlan, ¡qué extremistas somos!.
Díficiles días, pensé que no lloraría, pensé que era fuerte...no lo soy, ni cerca, estoy devastado, ella y su esposo (mi abuelo) fueron las personas más bonitas que conocí. Es la muerte quién ha sucumbido mis adentros, y la nostalgia se apodera de mi cuerpo: me siento cansado, hundido, empachado, triste y vacío. Aún recuerdo sus últimas palabras, aún recuerdo su andar y sus consejos, aún recuerdo que por su sangre yo le dedico tiempo a la lectura y a la escritura. Aún recuerdo...y es que sigue viva, sé que no la veré pero sus enseñanzas son eternas, estoy profundamente agradecido con Dios de que su muerte haya sido en su cama, sin complicaciones. ¿Qué no era su tiempo? ¿quién sabe?, pero la amé, con tanto cariño, y de paso sé, que ella me amó.
Hoy tengo otro ángel que cuidará de mí, que me ayudará a sobreponerme. Hoy no le encuentro sentido a la inmediatez de la vida, pero mañana, con mis dos abuelos al lado mío, sé que lo encontraré.
¡Descansa en Paz Nanita!