Te vi desde ese ángulo inclinado, con tus ojos verticales enfilando hacia mi silueta de forma tan extraña que no pude contenerme. Olvidé las formas y perdí la razón, dije lo obvio e intenté resolverlo de la mejor manera.
El olvido me fue obsequiado, el no dormir por ese maldito insomnio, recordando cada palabra, cada segundo donde trabé más de una palabra. Mis gestos faciales fueron torpes, mis cejas se movieron en distintos instantes, las palabras iban más rápido que mis pensamientos y mi arrepentimiento se hizo presente miles de veces en las fauces de esa noche fría.
Sí, la soledad de mis palabras que apenas y tuvieron eco en tu corazón terminaron por darme un impulso temeroso pero bien fincado. Tu lejanía y tu independencia me marcaron con un desdén horrible, me trataron como a un malcriado hijo de la burguesía. Encaprichado caminé hasta no conjurar tu nombre con la mente. Y aquí estoy, con nudos en el estómago, con estragos en el corazón y con nervios en la mente. A las 2:48 de la madrugada, escuchando ruidos desgarradores y melancólicos que se mezclan en el infortunio cuadro oscuro en el que estoy, deseando amar sin responsabilidad y sí con libertad.
A las 2:49 caigo en una letanía pasmosa y dejo de escribir para conseguir aire. Veo Melancolía I de Durero y vuelvo a pensar en ti con rabiosa incertidumbre. Una incertidumbre incapaz de acallar pues es natural tras explicarme todo con letras entre parentésis. Estoy inconsciente.
1 comentario:
Bien orfeo, bien. Desahogándote(?).
Así son las noches, pero decía Novalis-supongo que ya lo sabes- del despertar y solar y la vida y otras cosas.
Te recomiendo ver "Dentro de los muros" (ya sabes, las traducciones son fatales) y ví la de Bals con Bashir, sui generis el asunto, pero bien.
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