sábado, 27 de diciembre de 2008

El día que llegué a la utopía

¿Qué se puede decir de una vida ya malhumorada por decreto?, no mucho-pienso mientras rodeo un pequeño café de las afueras de la ciudad.
Esa ciudad perpetuada en los concursos televisivos y la carne asada; en los expendios cada dos cuadras y 3 museos. En ser amantes y prodigios representantes de un teatro cotidiano y rechazar las puestas en escena. ¿Qué se puede esperar de mí?-me pregunto con alta insistencia.

Cambio de tema por temor a la respuesta.

La noche, el día, la mañana, los cientos de segundos y minutos que ocurren, una y otra vez sucediendo en incontables ocasiones. Monotonía a borbotones, llevado con un ritmo cansino y una anti-disposición a cambiar la rutina. El frío, el silencio, la soledad, vicios vetados, drogas mal vistas. El ser que se esconde en sus vacías superficies.

Emitamos una verdad, que no sea relativa y tampoco absoluta, vaya idiotez-respondó con beligerante tono. No estoy de humor, cada vez el desero irreversible de la desesperación me toma por sorpresa con mayor determinación. Y los gritos de salvaje excitación se consiguen en un ritmo frenético, como si me convirtiera en Screaming Jay Hawkins, mientras mi mente se aparta de mí con su estoica lógica y su raciocinio tan burdo en esta pasión de la madrugada.

¡Paren los turnos de esta faena!, que no encuentro los silencios de mi interior. Es muy tarde. Me sumo en la maquinaria unitaria de comportamientos rutinarios. Ni consiguiendo guiarme por el ermitañismo(sic)más bucólico(¿?) he logrado salvarme. Un engranaje más, un nuevo rol.

Ya no soy yo.

1 comentario:

Robando Almas dijo...

que lindoo^^ me cuidaste mientras mi dolor de cabeza seguia :( jeje, me parece perfecto, pues buscare ese libro... me encanta que me hagas parte de tus experiencias, porque sabes que al igual tu estas muy presente en lo mio...

estamos en contacto:)
tqm(L)