viernes, 14 de noviembre de 2008

Rutina

Curioso el despertar del tiempo en la vida de Alejandro. Mañana tras mañana levantándonse con eterna somnolencia y apesadumbrada caminata cuyo destino es el baño. Se baña con exagerada lentitud, se cambia como si de un artesano se tratara: prenda a prenda, repasando en su cabeza una imagen mental millones de veces vista. Con encantador descuido tiende su cama y prende el estereo con un cd que el quemó. Volumén moderado para no molestar a esos tercos vecinos que no soportan que él sea el que vive allí. Abre el refrigerador y saca el cartón de leche, toma directamente, de poco sirvió los gritos de antaño de su madre. Lo guarda. Agarra el jabón y se enjuaga las manos. Sus pensamientos sólo se concentran en las fastuosas operaciones a realizar en el banco. Los dientes y se arregla el saco. Sale presuros a tomar el camión. ¿Cómo ir en traje cuando la ciudad se incendia en un calor que no da tregua?

Minutos para las 8:30, el camión y su impuntual llegada. Regaños y ultimatums. Indiferencia. Pláticas indignas de comentar por su increíble irrelevncia. El tiempo transcurre, pasa sin permiso y sin conciencia. No hay música en su camino, ni en su pasado, ni en su futuro. El presente es más silencioso mientras más ruido haya.

Uno a uno pasan los clientes con diferentes problemas a resolver. Las tarjetas de crédito y préstamos se convierten en esas penitencias de los a priori consumidores de cepa. Alejandro apenas y pronuncia palabra que no esté en el manual que dicta su trabajo. Cero sonrisas, cero miradas de desapruebo o complacencia. Come y respira. Tal cual. Más pláticas que congelan el espíritu:

-¿Viste ayer la academia?- preguntaba con entusiasmo imperecedero Laura, cajera de al lado de Alejandro. Sí, esos guachos nomás quieren que ganen los suyos-respondía Alejandro con ademán de sulfúrico coraje.

5:44, a casa. En el camión de regreso todos en un silencio fúnebre, con miradas al vacío que no encontraban siquiera al vacío. Pintoresca imagen. Llega a su casa, prende la televisión mientras se desviste presurosamente. Revisa las llamadas en busca de esa ficticia compañia que tanto anhela. No hay llamadas. Con shorts y una camiseta manchada de pintura se sienta y ve con detenimiento la programación televisiva. El tiempo no parece transcurrir. Las 9. Cena y volver a ese artefacto de milagrosa función. 11:30, acostarse mientras sus pensamientos sólo versan en la pletórica forma del mañana. Una maraña de mañanas e ilusiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A Alejandro le hace falta un toque de ingenio en su vida.
Un pellizco de irrealidad :).