No es que no te quiera, es que no te amo. Ayer soñé que hacía el amor con alguien, no puedo decirte con quién, no lo sé; puedo decirte en cambio,su parecido con la odalisca de Matisse. Una figura de papel o pintura, blanca y de pelo largo. Puedo recordar cada centímetro, cada pulgada, cada poro de su cara, pero si me preguntas, no podría decirlo con palabras; quizá porque es lo más hermoso y el lenguaje es tan imperfecto que jamás sería capaz de describir esa perfección.
No creas que escapo, no, en realidad escapar significaría quedarme, paradojas mías. Cuando empecé a disfrazarme de amor, entendí mi infelicidad y lo miserable que te haría. Así es esto, por eso te dejo.
Entiende a la soledad, no asientas con cara de ilusión forzada mis palabras mal escritas. No me leas, no me entiendes. Tú eres de otro mundo, del mundo derecho, externo. Yo no pertenezco a ése. No me extrañes. No llores, no grites, no te enojes. No servirá de nada.
Cuando me conociste, te dije que en mi existía un mundo que lo devora todo de vez en cuando, un hoyo negro que deja en nada mi interior, y que con tiempo y sentido tengo que irlo construyendo, nunca de materiales repetidos. Lo sabías, no sé porqué me aceptaste, si sabías de mi loca inclinación a dejar todo a medias, de mis tendencias auto-destructivas, de mi paranoia mal encausada.
Te dije que son ganas de quemarlo todo, de encontrar vidas nuevas y ciclos eternos, lo único coherente-aún siendo contradicción-. Me desespera pensar en lo cotidiano de nuestra unión, producto de mil saludos y cientos de salidas en la noche. Miradas agudas, ociosas, carentes de mensajes.
Quiero quemarlo todo antes de que lleguemos al punto donde el viento no llega, desaparecer en tu historia, dañarte con lujuria para que me entierres, pero no me sepultes en alud de pesadillas.
Sé que esta carta a futuro y sin destinatario ni remitente, pronto quedará en el pasado, quiero dejar testimonio de las verdades que parecen mentiras.
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