lunes, 5 de octubre de 2009

De seducciones imaginarias


Tírate, no pasa de que te mueras, ¿Sabes cuántas personas somos? ¿sabes cuántas mueren al día? ¿Qué tienes que ofrecerle tú al mundo? ¿qué te hace diferente a las miles que mueren hoy?

No sabría decirlo. Que la muerte es el real destino de todos es un conocimiento extendido en el mundo, otra cosa es que lo olvidemos. El fin del hombre es la muerte, esa no es la crisis. No. La crisis es ver en un vidrio empañado por el calor o la lluvia tu reflejo mórbido, ausente de alegrías y tristezas. ¿Espero la muerte? no,tampoco espero la vida y quizás allí sea el punto resolutorio de mi existencia. El problema no es morir, sino saber morir.

¿Y de qué sirve que muera? ¿acaso no ha tenido suficiente el mundo con todos los que han muerto hoy?

La muerte es azar, nada de remordimientos y ataques de arrepentimientos. Circunstancias casuales o causales, pero azar en suma medida. La vida es el enfrentamiento diario a la muerte, a negar o afirmar su presencia. Nosotros elegimos el camino.

¿Qué sabes tú de arremolinar los destinos y los designios? ¿qué sabrás tú, polvo efímero, del mundo eterno?

Pienso en la vida y su anverso que no es otra que la muerte. Pienso en esas dos únicas certidumbres, pienso, existo, muero. Un ciclo tres pasos ineludibles. El mundo ya se desintegra en dudas y sofismas, no importa. Somos un atrevido sinsentido determinado por un principio y un final que no se saben distinguir el uno del otro.

Efímero. Es muy posible que no sea el epítome de la raza, ni siquiera llegué a aparecer en el índice, ¿qué más da? ¿no somos una colección de imágenes e ilusiones?

Epílogo. Cierra los ojos. En esa oscuridad meditada ve luces y escucha el runrun de los motores. Baja el pie derecho, un pítido, baja el pie izquierdo, una angustia sorda. Un paso: el caos.

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