jueves, 29 de octubre de 2009

En los sueños también hay sangre



Andaba por el sueño. Una imagnación marginal y silenciosa. Se fue, se fue para siempre, la maté, ¡Pam! De un movimiento que ni yo preveía. Así como maté aunque en forma posterior reviví a la antigua. Mi esclava de sueños. Lo tuve que hacer-me repetí varias veces.

La imagen entre carne y papel era abismal. Bang bang, la maté. Con la pistola, tres tiros certeros: el primero a la cabeza, el segundo al pecho y el tercero al vientre. Me resistí a empezar al revés, no llego a tales niveles de crueldad. Pero la reviví y la volví a matar durante tres o cuatro veces más. La descuarticé con un cuchillo para mantequilla, costó, pero valió la pena. Al día siguiente, mi cuerpo sediento de sangre y lleno de nostalgia y odio, volvió a revivirla.

Un simple Eit bastó para hacerla entrar en pulso. Ahora con las manos de siempre: los ojos, el cuello. No hay belleza en esosi bien hay un placer desapercibido para el observador pero intenso para el artesano. Volví al siguiente día. Ya no me producía bienestar, sólo tedio.

Y esa manta de vidas imaginadas en los trayectos del camión quedó abandonada al polvo y el azar. La maté. Lo decidí un jueves en la noche, cuando después de hablar por horas descubrí que la historia y la vida se repiten cada vez de forma más desfasada, sin precaución alguna ni previsión suficiente.

¿Por qué no me avisaste?-pregunté con cierto desvarío en mi voz.
-Mmmm, no sé, ¿por qué tenía que hacerlo?- me respondió.

Supe que las cadenas de aire que yo había construido eran inservibles en un mundo dominado por la hipocrecía de la libertad. Mi fetiche era algo irreal. Cerré todo y decidí matarla de nuevo.

-Bang bang sonó, un ruido seco, decidido.
- Bang bang volvió a sonar. Ahora más seco y más decidido.
- Me respondió. Me mató. Ella me mató primero.

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