sábado, 5 de diciembre de 2009

8 días para mentirte



-No me mires- me dijo con su voz de niña mimada. Le hice caso, tomé el café ya frío y bebí. Lo dejé en la mesa y le pregunté si podía verla.

No.

Traté de pensar en otra cosa. Saqué un cigarro y lo prendí: inhalé, contuve y exhalé. Pensé en lo que había sido de su cara o de lo poco que me acordaba de ella. En su momento no tenía ojos para otras mujeres, pero dos años y medio después podía ser cualquiera, desde la puta más fea hasta la misma belleza que me dijera inmaduro. El cigarro se consumía en mis manos mientras mis ojos buscaban de reojo su figura. Dejé que mis manos hicieran su trabajo: buscar las de ella. Misión fallida.

-Te veo diferente- me dijo de repente. Supe que era la señal para verla, unos lentes de sol tapaban la mitad de su cara, yo sentía su mirada clavada en mi pero no podía ver sus ojos. Vi su boca y no pude sino recordar sus mordidas.

¿Todavía usas paladar pregunté?

No respondió. Tomó su limonada y me preguntó con tono áspero el porqué la cité. No sabía qué responderle, si era para verle su escote, o qué tan buena se había puesto, para decirle cuánto la odié o cuáto la deseé en las 879 noches pasadas.

No sé-dije como entrada-, te vas a casar, quería saber quién eres...otra vez. El silencio del café pesaba más y más. Me ahogaba en el vacío por no saber cómo retenerla. Sabía que cada segundo donde mi voz no sonara, ella estaba más ceca de irse. No se me ocurría qué hacer.

La besé.

Me golpeó, no sé cómo pero fue con puño cerrado. Cuando volteé la cara allí estaba ella, como si nada hubiera pasado, bebiendo su limonada y con su mirada tras los lentes.

¿Qué sentiste?-me preguntó.
El golpe, ¿qué quieras que sienta?
No-dijo-, mi lengua.
Estás loca-respondí-
Pues yo noy quién besa a una mujer que se va a casar.

Pedí otro café y ataqué: ¿y tú?
¿yo qué?, se hizo la desentendida.
Sacó su risa burlona, esa de superioridad que tanto odiaba.
-Tú sabes, no te hagas que demasiado te conozco.
-¿qué quieres que te diga?-se quitó los lentes.
-La verdad

La sonrisa de nuevo, giré la cabeza y cerré los puños.
-La verdad puedo decirte lo que quieres oír y lo que no-cruzó sus manos.
-No tengo tu tiempo- le dije con gesto enojado.

Hace frío ¿no?- me preguntó irónicamente-. Llegó el mesero con e café. Pedí la cuenta.
¿Y eso?-preguntó.
Me cansé. Quieres que te diga por qué te cité, te cité porque no he podido olvidarte. Tus pinches besos, tus manos, tus senos, tu voz, no he podido olvidar ni un puto ápice de tu cuerpo. Mi voz iba ganando intensidad mientras continuaba. Quiero saber porqué tirar tu vida a los 22 años y no conmigo. Si la vas a tirar-titubeé-, tírala conmigo.

El silencio apareció mientras su sonrisa se convertía en incredulidad. Inclinó la cabeza y le dió el último trago a su limonada.

-Entonces-dijo, ¿quieres que te mienta?

Sí, dije, mientras le agarraba la mano.

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2 comentarios:

Robando Almas dijo...

¡Simplemente me encanto! La conversación, cada diálogo, la manera de expresar los pensamientos y el sarcasmo, no se me encantó… hace rato no pasaba por tu blog y me dio gusto leer esto… muy bueno y muy detallado…

Cuídate mucho, luego nos vemos y te llevaré mi novela :*

Carlos Eduardo Hernández Silva dijo...

no me gusta como escribo.
mientras leía algunos de tus post, de nuevo me vino a la mente la típica pregunta que siempre me viene a la mente: cómo saben esas palabras?
y pues... ni hablar. las imágenes, todo, muy bueno. felicitaciones!