domingo, 28 de febrero de 2010

Como ocho ilusiones. Como el niño que se suicida por la idea de que todos los niños van al cielo. Como el que se enfrenta al horizonte de luces y de ruidos metálicos y corre cruzando la calle con el verde reflejado en su cabeza.

Como el tiempo que pasa sin ser detenido, que se escurre entre nuestros dedos mientras amamos y odiamos y nos convertimos en seres con arrugas. Camina. Encuentras un mundo barroco, excesivo y distante. Como si tú pertenecieras a generaciones pasadas. Desmiticas mitos mientras comes. Nos descomponemos, nuestra sangre se vuelve pesada y negra, nuestros ojos se convierten en pequeños objetos confusos y nuestro cabello de tanto regenerarse termina por desaparecer, porque a eso estamos destinados. A ser aire, tierra y nada más.

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