domingo, 14 de marzo de 2010

Hermosillo blues I: Las cenizas del sol




El Sol quemaba la ciudad como siempre. No se puede fotografiar eso, pensó Adán con molestia. Por más que lo intentara el aire quemado evadía su lente. Eran las 4:20 de la tarde, qué curioso-dijo- es la hora en que nací. Las siluetas de sombras que tenía enfrente parecían decorarlo todo, los puentes en algún momento tendrán que caer.

Se dejó caer sobre el pedazo de banqueta que habia sido olvidado por el sol y sacó un cigarro. Lo prendió. Vió el transcurrir del tráfico por el Blvd. Encinas. Cientos de carros yendo y viniendo, miles de personas apuradas en ir a clases, trabajo, al cine, a jotear en el Sanborn's o simplemente conducir sin destino propio. Recordó para que había venido. Tiró el cigarro, se levantó y volvió a tomar fotos. Cruzó el boulevard y se quedó en la mitad de la Plaza Zubeldía. No tenía idea de quién había sido Zubeldía.

Tomó fotos de la rutina. Adán susurró Adán. Volteado dice nada, el acento sobra porque es palabra grave. Guardó la cámara y se fue a esperar el camión. Traía sólo 7 pesos. Volver a casa a no hacer nada, a pelearme con todos y con nadie, a deshacer el mundo desde la cabeza. A ser el hijo, el novio, el amigo y el compañero. A mentir, a chatear y a esperar invitaciones a ir a pistear. Siempre pistear.

La música cambió. Ahora sonaba el cover de Number of the beast de Iron Maiden pero interpretada por Djali Zwan. Nunca le había gustado Iron Maiden, pero ese cover lo transtornó. El tono melancólico de la canción cambió el color de la ciudad. Del amarillo del infierno pasó a ser un azul nublado.

Hizo la parada al camión. Dejó subir primero al viejo que apenas y podía caminar y olía a basura. El conductor del camión gritó con indiferencia " Sólo llego al panteón", el viejo, consternado por el grito murmuró "de todas formas todos vamos para allá" mientras se recargaba torpemente en los barandales de las escaleras.

Subí yo y me senté pegado a la ventana de ese camión solitario tripulado por el viejo, el conductor y yo. El camión subió por el pequeño puente y justo en el punto más alto, la vista de la ciudad parecía un cuadro pintado por el puntillismo de Seurat. Adán pensó eso. Cada punto siendo algo independiente, de esencia y existencia diferente pero que con el pasar del tiempo se amolda a lo que la mayoría impone creando una imagen única.

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