domingo, 20 de junio de 2010

....

Y tu voz me consume el alma.

Viene, viene, güero. Te lo dejo bara, carnal, 3 por 50.
-Nel, hijo. Camina con prisa. El mundo está por acabarse. Sostiene en la mano un condón usado. Lo tira en una maceta de basura con plantas muertas. Ni siquiera se lava las manos y pide unos tacos de longaniza y bistec en un puesto de metro cualquiera.

-Un boing también.

Come sin apenas masticar. Es para amainar el mareo, la resaca, la cruda. Ocho whiskies, tres tequilas, 13 cervezas. Nada mal para mitigar la depresión. Cerca del suicidio, de apagar el reloj de esa ciudad. De volverse alérgico a la vida misma.

No mames, no pude haberlo hecho. La memoria es un traicionero compañero. Recuerda escenas sueltas:

- El palo de billar como consolador.
- Lágrimas de una primeriza.
- Sangre en los dedos con vidrios clavados.
- Cantar a pulmón seco Future de Cohen.

Un impulso vacío. Entra al metro a morir en silencio, en el anonimato. Vomita un poco ante los ojos asqueados de esa mochedumbre redundante. Un suicidio no basta; se necesitan ocho, diez. La vida es una matrona caprichosa con su puta hija de belleza.

El olor a incienso despierta una ilusión en él. Jódete, memoria. Mira, una mujer fumando, descuadrada mientras juegas con su sexo oralmente. Como un tatuaje, como una serpiente, acéchando permanentemente. Incidiosa. Corriges el camino pues ibas directo a caerte a los rieles del metro y a morir chamuscado, quemado en un ardor vivo, con luces y todo el rollo. Dejando un testamento de olores bastante desagradable. Y se imagina o te imaginas a cuatro trabajadores del metro limpiando los rieles con cloro, aromáticos, mientras la gente arriba espera molesta porque llega tarde a su jornada de trabajo, a sus citas sin sentido, a su muerte cotidiana. Y te ven y te ves allí, como una masa viscosa y humeante. Como lo que siempre fuiste.

Oyes el rumor sordo del animal naranja que viene llegando. Incontestable. Se ve en el refeljo transitorio. Se pone sus audífonos, único objeto que no perdió la noche anterior. No hay nada a qué colocarlos pero tú te imaginas tu funeral y piensas en el playlist que quieres. Es tu décima vez de suicidio, así que es la buena. Ya tienes seleccionada la lista mortal.

What a night, what a moon de Billy Holliday. El sueño se apodera de tu realidad, de tu consciencia. Ves pasar la calle, los pasajeros bajo el velo de la noche y una tenúe luz plata.

Indomable con Cabezas de cera. Te conviertes en un animal rumiante, que se siente encadenado bajo el éxtasis de la muerte.

Interstellar overdrive de Pink Floyd. Te relajas en el sentido último. Desprendes del cuerpo.

Voy a morir de Real de Catorce, como testamento final.

Tango till they're sore
de tu ídolo, de tu acompañante, de tu guía. Tom Waits. Le subes a la balada imaginaria, cierras los ojos. Dirección Observatorio. Muerte en los nublados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnífico. Sólo eso puedo decir.

La otra muerte.