jueves, 12 de agosto de 2010

...

Mi mamá se murió. Desde ese día han pasado 9 meses. O eso creo. La verdad es que no llevo una cuenta rigurosa. El desgarre interior y la negrura de la tristeza me ha hecho ver que no quiero vivir. No me he suicidado porque le tengo miedo al dolor y a enfrentarme a ella-aunque sólo sea una posibilidad- diciéndole que no tuve su fuerza para vivir.

Vivo solo. Me salí de mi casa. No aguantaba llegar y ver que mi madre no estaba. Que su sonrisa labial, que su regaño cotidiano y que su comida perfecta no me esperaban. Mi hermana y mi papá están rotos, quizá más que yo, no sé cómo se mide el nivel de daños. Nos hundimos en un silencio y en una tensión agobiante. Yo lloraba los lunes, mi hermana los martes y mi padre los miércoles. El resto de la semana no los veía. Y yo ya no lloraba. Perdí la noción de la realidad.

Me salí sin decirle a ellos. Consegui una casa chica, pero digna. No sé nada de nadie. Nadie me ha visitado. Dejé la universidad. Intenté hacer ejercicio, pero mi cuerpo sólo me pide dormir, como si así adelantara mi tiempo. Algunas veces, en sueños la veo a ella. No le digo nada, sólo nos vemos a los ojos. Ella tampoco me dice nada. Sólo me agarra la mano.

Despierto bañado en sudor. Lo vivo tan real, tan ordinario. Como si estuviera 2 años antes. Ahora entiendo mejor el libro ese de la máquina del tiempo. No es una crítica o descripción del devenir del ser humano. Es una descripción de que, nosotros como seres humanos no podemos soportar el dolor de esta realidad. Y tiene razón.

Hoy(que supongo es jueves) comí una maruchan. Tengo que ir a sacar el dinero que me depositan en crédito educativo. La memoria histórica e individual me traslada a una feria, es la feria de Nativitas. Todos allí han muerto, bueno, al menos todos los que he amado sin condiciones. Me acuerdo y lloro. Recuerdo y me desgarro.

Mi mamá murió hace 10 meses. Bueno, ya ni sé. Quizá ya pasó el año. Quizá no. Empecé a tomar whiskey. No mucho porque el sabor me desagrada, pero al menos así, cuando duermo no sueño con ella, ni con nadie ni de nada. Es raro. Cuando tomo me olvido del mundo y de mí mismo, como si yo nunca hubiera existido.

Salgo a caminar un poco. No me gusta la colonia. Todo pasa como en cámara lenta, la desesperación y la ansiedad llega al paroxismo. Nunca más, pienso con la mirada perdida. Nunca más.

No hay comentarios.: