domingo, 22 de agosto de 2010

Una despedida cierta

Nunca he sabido si estoy enamorado. Ella supongo, que tampoco. La amo. La amo con una fuerza desmedida pero con una esencia extraña. No es como se ama a una novia, a una esposa. Tampoco es amor fraternal. Va mucho más allá.

Fumaba afuera del bar. Ella me miraba con gestos inconexos. Su mirada, una evocadora fuerza natural era como de las personas que ven al infinito, perdidos en una oscura vastedad. La abracé.

Su calor corporal, su innecesaria reacción a la fuerza de mis manos. Todo en ella parece un verso, parte de un poema interminable.

-¿ Quieres irte?
- No, aquí soy feliz.

Una historia que se repite en todos lados. Sonaba en ese bar de jazz The story de Norah Jones.

- ¿Qué quieres hacer?
- Esperarte.

Y sin embargo, el embriago de esta sensación, que va más allá de palabras sin alma, se va a acabar...tarde que temprano, temprano que tarde.

- Te quiero- dije bajo el velo de la noche. No era una noche normal. La luna apenas y se mostraba.
-...- Su mirada y sus manos, sus brazos y sus piernas, sus ojos y su boca, su lengua y su pelo. Todo parecía querer contestarme.

- ¿ sabes que me voy a ir?
- Sí.
- Para siempre.
- Sí, lo sé.
- Qué bueno.

Sólo existimos nosotros. Sleepless night.

- ¿Te vas a acordar de mí?
- No sé, no sé decirte.
- Entonces, serás feliz si no me recuerdas.
- Ya sé.
- Es raro. Como una paradoja sin final.
- Sí, seré feliz si no me acuerdo de esto.
- ¿Conocerás a alguien más?

Su mirada se volvió turbia, como si me odiara por preguntarle eso. Sus lágrimas eran invisibles, pero yo sabía que lloraba.
- Te amo- le dije.

Y me fui con Norah Jones.

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